El arte urbano florece en los muros de Barcelona como una reacción en defensa de la calle, lugar por excelencia en el que se manifiesta el conflicto político y social.
Ya sea mediante una firma o una intervención artística, el arte urbano emerge como un desafío a la idea de espacio público, instrumento ideológico que enmascara las relaciones de desigualdad del sistema actual.
Al redirigir la mirada, resignificar los espacios y cuestionar el discurso establecido, el artista asume el riesgo y el compromiso de disputar al poder político su espacio vital: la calle.